Se acaba la maestría

Al segundo día de aterrizar en Buenos Aires pensaba en regresarme a Ecuador. Me aterraba la sola idea de estar en un país desconocido, de vivir en una ciudad enorme, de los trenes, el subte, la comida, de la gente, en fin, de todo. Pensaba en que debía regresarme, y que fue una mala decisión venir aquí dejando todo; contaba las horas para regresar. Sin embargo, los meses se fueron volando, casi no los he sentido. Hoy estamos en las puertas de octubre y después de 12 clases, tres meses, vendrá el adiós. Aunque es temprano, siento nostalgia por la gente de la maestría y por la ciudad que tiene su encanto. Encontré compañeros excelentes en el curso quienes hicieron que el tiempo pase volando, especialmente las chicas como Jesy, Vero, Aneris, Sol, Frans, etc. Los maestros como Rouvier, Wiñazky, Vailaty, no se quedan atrás; así como los compas: Diego, Noli, Landi, Zamora, etc, etc. Aunque no lo crean, no he tenido momentos malos en Buenos Aires; claro eso porque mi negrita está a mi lado y es ella quien es que la que me da ánimo y fortaleza para no acordarme de mi familia. También he puesto de mi parte para darme cuenta que soy uno de los privilegiados que puede estudiar fuera de su país y por eso todos los días estoy sonriendo. Se que es triste, pero desde el próximo lunes cada día ser el último en la maestría. Es así, pues en las pasantías vamos a vernos pero a intervalos. Al menos para mí, este fue año sabático del cual me voy a acordar por mucho tiempo. Razones varias: conocer bellas mujeres, aprender cosas nuevas y vivir en una ciudad a la cual siempre quise venir de vacaciones con mi nena. Que pena que todo lo bueno llegue a su fin.